lunes, 15 de octubre de 2012

UN CUENTO

Hoy os voy a contar un cuento.

Erase una vez que se era, en un pequeño país no muy lejano, que había una también pequeña princesita. Era rubia, o caoba, o castaño claro, era hermosa, muy hermosa, era tal vez incluso más bella por dentro que por fuera; pero la princesita tenía un problema y es que no lo sabía, o no lo quería saber.
Un buen día, la princesita, aburrida de las monótona vida de palacio, decidió perder un rato de su preciado tiempo y fue a conocer a un pobre vagabundo, a pesar de que a ella los vagabundos no le gustaban nada, y menos aún este en particular, de aspecto algo chulesco, calvo, mas bebedor de la cuenta …. en fin una joya.
Mas hete aquí, que el vagabundo debía tener algo especial, cuenta la leyenda que tal vez fueran los ojos, tal vez la forma de hablar, o simplemente que el pobre vagabundo quedó prendado de la princesita y se le debía de notar en exceso.
Así fue como la princesa y el vagabundo pasaron unas horas juntos, tiempo, que ustedes no lo creerán, pero al vagabundo se le pasó en un suspiro, creo que quedo hipnotizado por la forma de no mirar de la princesa.
La pequeña princesita, con aspecto algo hippie, se despidió del vagabundo pensando “puaf, otro vagabundo más, no creo que lo vuelva a ver más de dos veces”, sin embargo, él, que estaba un poco loco, decidió a los pocos días montarse un su burro dorado, ponerse sus mejores harapos e ir a visitar a la princesa, “¿Qué puedo perder? ¿Qué no esté, que haya salido a conocer a algún otro vagabundo, o simplemente que tenga las puertas del castillo cerradas y no me deje entrar?”
Se armó de valor, e inició un largo viaje, no llevaba mapa, y claro, por aquel entonces no existían los navegadores, pero no le importó, con los pocos datos que tenía de la situación del castillo, y la ayuda de algunos lugareños (dicen que preguntado se llega a Roma, y si se descuida lo hace) llego a las puertas del castillo, ¿Y ahora que? se preguntó, mil dudas, los nervios agarrados al estómago, a punto de volver a subirse en su montura y darse la vuelta, pero con las últimas gotas de valor o de locura tal vez, decidió llamar  a las puertas del castillo, y cuenta la leyenda una vez más que aquel pobre vagabundo nunca se arrepintió de estar loco por unos momentos, y que aun hoy con el paso del tiempo sigue siendo un pobre vagabundo medio loco, algo chulo, aún mas calvo y un pelín borracho, pero el más feliz de los vagabundos.

Moraleja: Pos la verdad que no la tiene o tiene mil, que la vida es para los locos y los valientes, que quien no lucha por lo que quiere nunca tendrá nada, que nunca se deben perder esos gramos de locura que nos hacen especiales, que nos hacen sentir importantes …… y tantas y tantas más


Anda, se me olvídó el título, bueno, se admiten sugerencias

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