martes, 30 de septiembre de 2014

El mendigo aquél

Erase una vez  que se era un mendigo  (lo recordáis ), vestido de harapos, sin mas bienes que un uso de la palabra algo extenso fruto de la lectura  que hace tiempo  abandonó,  una sonrisa ni fea ni bonita ni fu ni fa, una pose de malote que  ni el mismo se creía y, dicen, unos ojos sin mas belleza que  saber mirar y, lo más  importante  tal vez, una falta  de conocimiento, rozando la locura, quien  sabe si la idiotez. Como ya sabréis ek mendigo  aquél  conquistó a su princesa, la amó lo mejor que  supo y la ama lo mejor que  sabe, la cuidó  lo mejor que  pudo y la cuida lo mejor que  puede, se casó  (como lo leéis ) y eram y esm y será  feliz  en su matrimonio. Pero  hete aquí que  el mendigo  aquél, presa tal vez de su propia felicidad, de la seguridad, del tiempo, de la puta crisis o quien sabe si de la torpeza  inherente al ser humano sobre todo si es del género  masculino,  descuidó, cual  jardinero  novato, el precioso jardin que  la suerte y su insistencia  le regalaron,  tal vez, sencillamente solo  se creyó  principe. Pero no asustarse, el mendigo aquél ayudado como no por la bella princesa, por el poco resto de inteligencia  que  aun conservaba, o por el punto  de locura que  nunca  llegó  a perder, cayó  en la cuenta de tamaño  error.

Es por ello que, gracias sobre todo  a ti, este cuento no ha hecho mas que  "recién  empezar ".


Continuará  ......,.,

P.D, Disculpen  sus mercedes las posibles  faltas de ortografía  ..., puta tablet

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