martes, 16 de abril de 2013

HIJO ADOPTIVO

Erase una vez que se era un pequeño pueblo, sin castillo pero con princesa, sin mar pero con sardina, por tener tenía incluso linterna, jeringuilla, jícara, con su iglesia, sus cuatro bares, su villa “Eli”, sus arroyos que crecen …. y allí llego un buen día un pobre urbanita, quien sabe si el destino, la vida, la casualidad, la insistencia, la locura, tal vez cupido e incluso puede que el aburrimiento tuviera algo que ver. Dicen que el pobre chaval (de nada por lo de chaval), a pesar de sus aires de estar de vuelta de todo, de su aspecto algo chulesco, estaba virtualmente “acojonao”, absolutamente fuera de lugar; pero he aquí, que una vez más los tópicos se cumplen y las buenas gentes de las localidades pequeñas son principalmente eso, buenas gentes. El pobre chaval aun recuerda la primera visita, primero dar con el sitio, realmente le costo, incluido perderse por el camino, pero llegó, que será de ciudad, de la capital, pero insistente como el sólo. Llego de noche, hace poco más de un año de aquello, las curvas de la carretero, los pio pio en alguna, recuerda cada señal de tráfico, cada curva, cada pueblo por el camino, cada cartel indicador, las luces al fondo, al final de la cuesta, las calles vacías, los nervios, el teléfono, la sorpresa, la copa, las miradas interrogantes.

Y hoy, la gente que le llama por su nombre, a el, que es de natural despistado, que si se sabe los nombres de 15 personas son muchas, las conversaciones con cualquiera esos ratos de espera los sábados al mediodía, el trato amable, “ponle otra cerveza”, las risas; hoy que el coche ya va casi solo, hoy que a ratos, es verdad, se siente hijo adoptivo …

Hoy, por todo eso, quería hablaros de ese pequeño pueblo, cuatrocientos y pico de habitantes, hoy quería dar las gracias aun a sabiendas que pocas de esas buenas gentes leerán esto.

Hoy, si me lo permitís quería por una vez dejar algo aquí un poco distinto.

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